Un trabajo en curso, como he ido haciendo con la producción excéntrica de los Ealing Studios, centrado en las realizaciones de Michael Powell previas a su asociación con Emeric Pressburger.
Para revitalizar la langideciente industria doméstica frente a la invasión hollywoodense del mercado británico, el gobierno promulga en 1927 la Cinematograph Films Act, que establece una cuota mínima de cine propio que distribuidores y exhibidores debían tener en cartera para poder estrenar las cintas procedentes de Estados Unidos.
Bien sea a través de filiales, bien sea mediante empresas interpuestas, las majors conciben inmediatamente un sistema de producción de serie B, rodada en Gran Bretaña. Aparecen así las denominadas quota quickies –“rápidas de cuota”- con las que realizaron su aprendizaje algunos directores en el incipiente cine sonoro, entre ellos, Michael Powell. En el mejor de los casos son películas rodadas en diez o doce días a un coste de una libra por pie de película terminada. Como las cintas suelen rondar la hora de duración, el coste total estará en torno a las 5.500 libras. El guionista recibe 150 por el material de partida. Un actor jamás cobra por encima de las 250. A lo mejor es por eso, precisamente, que se abordan temas y se ofrecen tratamientos que nunca llegarían a una producción de prestigio.